lunes, 12 de enero de 2009

La selva liviana


I
El sonido de un tren que se ahoga en la catarata de las
hojas.
Al fondo de la selva liviana y los cocoteros se hunde el
nivel de llanto,
el peso entero de los sueños.
Peso entero del saco de perfume de la gracia,
estoy entre la espada del paisaje y el ladrillo caliente del
olvido,
viajando con un ardor de joya y sangre.
Escuchando el aullido de mi candor: mi nueva fiesta.
II
A paladas silbatos.
El tren se encierra en sí al borde de los esteros
nocturnos.
Su polvo ciudadano tiene miedo a la gran humedad de la
tierra,
al aire cálidamente eléctrico,
a los cisnes del negro vapor nocturno de la herida del
mundo.
III
La imaginación arde envuelta en las ruedas de un tren
desorientado.
Bananas y bananas caen al aire.
Una mujer desnuda a una escopeta en un templo,
roe lentamente en el anillo de su corazón.
Frutera de la desgracia. frutera del destino.


Francisco Madariaga

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